Ambos sabemos que la omisión fue
intencional, como la mayoría de los descuidos; pero, mire, tengo buenos
motivos: el primero es que usted me gusta, el segundo es que me da pena
casi todo. Y porque me gusta y porque me da pena casi todo, decidí jugar, entusiasmar a la curiosidad.
Si
usted pasa por alto esto, o si lo resuelve de una manera aburrida y sin más preocupación que el bienestar de una simple estudiante,
desertaré, y lo juro; pero si adivina quién soy, si me intuye un poco,
si dice mi nombre mientras lee, me sentiré tan feliz, que daré saltos y
vueltas en mi cuarto.
Espero
comprenda mis razones, que aunque retorcidas, son bien intencionadas.
Ahora tengo que decir convencida, confiando en este presentimiento,
cediendo seguridad a mis palabras: usted sabe quién soy. Por favor, sepa
quién soy.
Si usted sabe quién soy, ¿podría darme una señal mañana?